FRAGMENTO 25
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Una noche, lic, hubo
un suceso ruidoso, Alba Lilia estaba distanciada del padre porque le prohibió los
pantalones. Pocos amigos iban a casa. Preparaba pocos chilaquiles o huevos
parranderos. A Leo le gustaban por el caldo picoso del chipotle. El menú era
alcohol y pizzas. Volvieron con el avituallamiento del señor Gandini, ex de la
vecina.
Esa noche me asomé al oír el
bullicio. Mi hija estaba sacando al Trepa a empellones y a toletazos. Enconchado,
cubriéndose la cabeza, sin poder abrir
la puerta.
Alba Lilia acababa de ir al
baño, y lo vio esculcando el saco de Papito Leo.
––Ay, hija ––dije––, ¿cómo
supiste que era el de tu padre?
––Tenía puesto el suyo. Quise
ayudarlo a irse.
El papá, sonrió con la
información de Alba Lilia y pidió que devolviera el tolete a su lugar. ¡La hija
le había propinado de toletazos al Trepa! ¿En la cabeza?
––En la espalda y sonaba como
caja de cartón vacía ––dijo––. La verdad.
Papito Leo guardó silencio. No
diría que sintió orgullo por su hija. Menos que el Trepa lo decepcionara. Lo
decepcionaba con el desperdicio de oportunidades, como haber perdido la
dirección del departamento legal de la fábrica de cristalería de sus suegros, y
por transas menores. Temí que agrediera a Alba Lilia, tras darle dinero al amigo
para el taxi, con lo cual justificó el bolseo.
A Leo le hubiera gustado ser admirado y aplaudido por sus primos. Terminaron alejados. Leo, un
profesionista con harta lana como abogado, en su mejor momento, y promisorio
futuro como autor de libros, cuando los escribiera y publicara y se vendieran.
Nunca jamás los ayudó
Leo aceptaba debatir, con el
Trepa, y con la vecina aborrecida. La
soportaba por las vituallas y la iguala mensual del ex marido. Los temas de
política o finanzas me valían un pepino. Leo decía matraca. Me importa un
diputado matraca, ¡hijos de siete leches! El feminismo le valía tres diputados
locales.
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