FRAGMENTO 23
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Leo y los marimberos hablaron
menos de tres minutos, límite autoimpuesto para trámites engorrosos a su
juicio. No hubo segunda pieza.
Listos para dormir, sin
bailecito de mi parte, quise enterarme de lo sucedido.
“Le pregunté al capitán qué
onda con la marimba”, dijo Leo, “y el güey dijo que era una marimba callejera. Ya
debieras saber”, dije.
“Nunca había estado ahí”, agregó,
porque el Trepamoders y yo vamos a las cantinas… ¿Marimberos
trajeados? ¡Hijos del Quinto Palo!
“¿Y luego?”
“Le pregunté al director de
la orquesta de tres integrantes , je, cuánto recogían ahí. Como tanto, dijo. Desenfundé
la cartera, más contundente que el fogón, estarás de acuerdo, doña petacas y le
di el doble. “¿Cuáles quiere, jefe?”, contestó, abyecto. “Aquí está la lista y me extendió la grasienta hoja plastificada. “Ninguna”, dije. sigan su
camino.
“Qué malo”, le dije.
“Malos mis cojines…, dijo, eufemista
, ¿o estaba en proceso de olvidar su lenguaje soez? Lo dudé. “Odio la marimba
desde que abandoné el puerto. Mañana te platico. Voy al baño… Ahora sí comí a
lo bestia”.
Olvidé ya si
quise a Leo… A lo mejor sí al principio... Aunque pudo haber sido solo una buena
impresión del hombre de mundo, de restaurantes y de bares de moda. El Triple
Ele para sus alumnos. Yo no había salido con nadie y no conocía ningún lugar de
esos. Trabajaba de tarde y en mis horas libres prefería la biblioteca. Las
compañeras ya no me invitaban a sus paseos por Coyoacán, no por miope, quise creer, porque me veían entretenida leyendo. Dos
de ellas lo eran, miopes, pero se negaban a usar lentes.
Me pregunto si el ejemplo de mi madre provocó en mí el miedo de vivir sin
un hombre a mi lado.
La mejor época de Leo duró cinco o seis años después de casarnos.
Planeando su carrera política y preparándose para ser admitido en una logia
masónica, no había tenido tiempo de pensar en el matrimonio, se justificó.
Después, al ser reprobado en la logia y cancelar su proyecto político, abandonó
las clases de civismo y de ética y se consagró al despacho. Ahí tuvo problemas
por ambicioso, creo.
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