Turbocrónicas
FRAGMENTO 12
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas
sin fin y las narices de mango”, novela
de
MARCO
AURELIO CARBALLO (MAC)
Desde el momento en que la
Rott, mi jefa, aprendió a darse cuenta de que un libro era denso, aburrido, desde
el primer párrafo, desde la primera frase, temió estar saturándose de lecturas demasiado
serias, dijo. Es decir, aburridas, desprovistas de la profundidad pretendida
por el autor y de la nitidez necesaria. No quería ser como ellos. Cometer el
peor crimen del escritor, aburrir. Un crimen impune debido a la cantidad de
cómplices con los cuales contaba a lo
largo del proceso. “Incluso aprendió a descubrir al autor aburrido desde el
título”, presumía, batiendo la palma de las manos, como en un seco aplauso. “Desde ahí me las huelo”, dijo. “Entre más
profundos pretenden ser más fallidos o pretenciosos resultan los títulos de los
escritores autoerigidos en genios, la mayoría. El segundo crimen era no
entenderles, releer dos tres veces una frase. A veces muchas más y abandonarlo
sin haberlo entendido, y el tercero y no menos importante, es la falta de
cohesión, de unidad, esto es, los cabos sueltos esparcidos a lo largo del
texto.
Aunque para
dictaminar originales y pedir su publicación, o vetarlo careciera de voz y
voto, la Rott ejercía un pequeño poder en la supresión de erratas y de errores.
¿Dónde y con quién iba a ejercer su innata voz de mando si debía consultar a
los autores toda modificación por diminuta que fuera o y sin aparente
importancia?, el cambio de lugar de una coma o la sustitución de un punto y
coma por un punto y seguido, y atenerse a las opiniones del autor, acataran o
no las correcciones de ella. Un mando disminuido, menor, pero irrenunciable y, al
contrario, disfrutable a plenitud y con suprema delectación. El triunfo del
corrector sobre el autor, un narcisista sediento de admiración y de fama. de lectores
aplaudiéndole como focas, diría el talentoso Rafael Cardona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario