25 de diciembre de 2013

Fragmento 12

Turbocrónicas
FRAGMENTO 12 de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Desde el momento en que la Rott, mi jefa, aprendió a darse cuenta de que un libro era denso, aburrido, desde el primer párrafo, desde la primera frase, temió estar saturándose de lecturas demasiado serias, dijo. Es decir, aburridas, desprovistas de la profundidad pretendida por el autor y de la nitidez necesaria. No quería ser como ellos. Cometer el peor crimen del escritor, aburrir. Un crimen impune debido a la cantidad de cómplices con  los cuales contaba a lo largo del proceso. “Incluso aprendió a descubrir al autor aburrido desde el título”, presumía, batiendo la palma de las manos, como en un seco aplauso.  “Desde ahí me las huelo”, dijo. “Entre más profundos pretenden ser más fallidos o pretenciosos resultan los títulos de los escritores autoerigidos en genios, la mayoría. El segundo crimen era no entenderles, releer dos tres veces una frase. A veces muchas más y abandonarlo sin haberlo entendido, y el tercero y no menos importante, es la falta de cohesión, de unidad, esto es, los cabos sueltos esparcidos a lo largo del texto.  

Aunque para dictaminar originales y pedir su publicación, o vetarlo careciera de voz y voto, la Rott ejercía un pequeño poder en la supresión de erratas y de errores. ¿Dónde y con quién iba a ejercer su innata voz de mando si debía consultar a los autores toda modificación por diminuta que fuera o y sin aparente importancia?, el cambio de lugar de una coma o la sustitución de un punto y coma por un punto y seguido, y atenerse a las opiniones del autor, acataran o no las correcciones de ella. Un mando disminuido, menor, pero irrenunciable y, al contrario, disfrutable a plenitud y con suprema delectación. El triunfo del corrector sobre el autor, un narcisista sediento de admiración y de fama. de lectores aplaudiéndole como focas, diría el talentoso Rafael Cardona.

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