Las faenas del alter ego
Estoy
estupefacto, tío. Me has dado la razón en dos puntos. De mi parte no era
competencia y menos con alguien de cultura enciclopédica. Las abandoné cuando obtuve
el quinto lugar en la carrera de cien metros, cuando el equipo de básquet
ganaba o perdía 3-2 o 2-3 mientras en las grandes ligas se gana o se pierde por
decenas de encestes, como tú sabes; cuando empaté en peso pluma fue sin duda
porque los jueces eran colegas de mi padre, sentado entre el público en ese
match, je je, y cuando quedé en noveno lugar (éramos diez) en una carrera de
bici. Ahora compito con mi alter ego, neurótico de tiempo completo, aunque él diga
que competir con uno mismo son memeces.
No
entiendo como, estando solo, no escribes. Lo que nos fastidia es que una mujer ronronee
en tu pescuezo mientras pares textos históricos, dice mi alter ego. Como si
escribir fuera más importante que amar. Pero escribe más, tío, para que llegues
al punto en el cual es a todas margaritas para quien escribe hablar con su
alter ego. Puedes tener tantos como quieras. Dicen los psicoterapeutas que el
problema es hacer preguntas y te contestes. Yo hago preguntas y me peleo con él
porque es un neurótico impertinente y en un descuido se apodera del escenario.
Le grito y le miento la madre. Ni siquiera cuando estoy acompañado dejamos de discutir
dentro de mi mente. Si hay alguien en casa, amenazo (a mi alter ego) con partirlo
en dos y sustituirlo por otro más tolerante, por alguien de superior inteligencia
emocional. ¿En este país?, pregunta, ¿Rodeado de esta gente? ¿A quién quieres
verle la cara de wey? ¡¿A mí?! Etcétera.
Estoy
sin dinero, tío, y debiera sentirme frágil y vulnerable como te sientes tú en
la tierra de la fritada de cabrito, pero ni en cuenta porque bebo mucho café, leo
y escribo y esa fragilidad y vulnerabilidad me importa un diputado, de esos ensombrerados
bajo techo que suelen rociarle fertilizante a las mujeres.
Quiero concluir tres o cuatro mamotretos. Carezco
de tiempo para pensar en mí. Lo tengo ara teclear y terminar esos libros. El
resto puede irse mucho por la cloaca de las inmundicias así que dirige tu sable
mellado a uno más próximo.
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