4 de julio de 2012

TURBOCRÓNICAS



El desengaño

Feldespato teme que la realidad mal hecha le impida llegar a tiempo a la casilla electoral. El avión aterrizará con media hora de atraso y dispondrá de hora y media... Esa mañana, cuando caminó hacia el baño del cuarto 204, no había periódico gratis bajo la puerta. Mal comienzo. Así que ¿por qué extrañarse de las enchiladas de mole bajo un cúmulo de repollo sin rodajas de cebolla ni queso. Una cocinera las prepara al modo clásico, le dijeron, y otra con repollo chorreando agua turbia,
Su hermano lo lleva al aeropuerto sorteando calles despanzurradas y de banquetas destruidas que el alcalde dejó a medias porque es candidato a gobernador. De pie frente a la puerta de entrada, tres federales juegan absortos en sus respectivos celulares, dos boquiabiertos. Feldespato oprime el botón y se enciende la luz verde. También los soldados le dicen adelante, no hay revisión. En el televisor de la antesala el número de vuelo aparece como el 561 pero en su boleto como 2489. Realidad absurda, surrealista, kafkiana.
Pide un café y cuando se lo están sirviendo pregunta si hay crema. La vendedora suspende con violencia el chorro y tritura frases incomprensibles. Ella devuelve el café a la cafetera y de otro recipiente echa al vaso un chorro de crema. ¿Cómo adivina la cantidad?, le pregunta. Ella vuelve a pulverizar hiel sólida con las muelas. Podría haber quedado al gusto del cliente por el color de la mezcla, pero está tibio. Para beber cualquier café por malo que sea, Feldespato le pone crema. En casa lo bebe sin crema y… caliente. Compra agua en otro local. No es masoquista. En los filtros decomisan las botellas de agua, ¿para beneficio del comercio interno? En las salas del DF, cuesta diez pesos más y en el aeropuerto de Tapachula veinte.
A los aviones de dos filas de asientos suben primero los pasajeros de ventanilla y enseguida los de pasillo. Una empleada le franquea el paso a una pareja, pero un empleado sin criterios se lo impide a otra. El cuarentón a su izquierda ocupa los dos descansabrazos marcando su territorio, los orinaría si fuera gato. Cuando no juega en su celular o le toma fotos a las nubes  “ojea” los anuncios de la revista gratuita, y se persigna en el despegue. Feldespato devuelve los cacahuates y pide café. Tiene que esperar, le dice, tajante, la aeromoza. Si una mesera te ordena permítame es que la cosa ya se chingó, decía Rafael Ramírez Heredia.
A las cinco y pico entra a la escuela donde está su casilla, en territorio panista. Vota y siente la emoción en el estómago. Ahí arrasa la izquierda. A las 11:30 pm escucha el resultado absurdo, surrealista, kafkiano.

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