TURBOCRÓNICAS
Malditas sean las tarjetas
Petunia pidió que fuera por ese cheque aunque lo cobrara dos días después. Le habían rechazado su tarjeta no obstante el saldo favorable. Aparte, un contador pidió otro recibo de honorarios pues el anterior estaba vencido. Por esas razones (no llegaríamos ni a Lechería) decidimos quedarnos el fin de año en el DF. Cobras el cheque, dijo Petunia, y vas al banco y lo cambias. No se puede, dije. No se ha podido. Debo depositarlo. Ella insistió.
Invité a mi hijo Brunobrú a que me acompañara. El otro, Mariolín, de plano se rehusó enajenado, boquiabierto, ante su X-Box. Ambos se niegan a acompañarme en el tercer sexenio de sus respectivas existencias. Lo hicieron durante el segundo sexenio. B prefería La Habana y M el café De Carlo, en la Roma. La pasamos bien cafeteando en La Habana. B me dijo cómo hacerle para abrir un texto de Ornán Gómez enviado en calidad de zip.
Recogimos el cheque y ya de regreso, cuando lo conduje hasta el último vagón del Metro, B dijo que era el de los mampos. Me quedé de a seis, diría cualquier capitalino. B se subió cierta vez a la línea tres y empezó a ver cómo entraban parejas de hombres. Al poco rato, agregó, estaban besándose. Extrañado, le dije que “eso” no era oficial. Ambos estábamos al tanto de los vagones exclusivos para mujeres, y de los camiones y al parecer convoyes del Metrobús, pero ¿de homosexuales?
Años atrás, decidí tomar siempre el último vagón de cualquier línea porque ahí hallaba dónde sentarme a leer. No había visto nada semejante.
Esta vez tomamos, semivacío, el último vagón de la línea dos. Un adolescente extraño venía de pie a mi lado. Yo intentaba releer “Herzog”, de Saúl Bellow, después de varios sexenios. El chamaco emitía ruidos extraños con la garganta, como de enfermo de los bronquios. Iba de un lado a otro, riendo, cual si tuviera lombrices incluso en el cerebro. Me desconcentraba. En Xola iba a bajarse, pero ahí subió alguien con quien supuse había quedado en verse. Tipo mayor, de bigote y de ojos como pintados… Tomaron asiento de ladito. Sus rodillas, en contacto. Reían. Se picaban el ombligo.
¿Iba yo ahora a buscar asientos vacíos en el primer vagón? El epifenómeno me importa un diputado, pero distraen con sus arrumacos.
Cuando llegamos a casa, dejé de pensar en todo esto y en que deposité el cheque. A Petunia le habían clonado su tarjeta Banamex, dijo ella. Le robaron todo su aguinaldo.
GARBANZOS DE A LIBRO
Jorge Ibargüengoita
pensó en volver al teatro
Mientras escribía su novela “Isabel”, que dejó inconclusa, Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) pensaba en volver a escribir teatro, declaró su viuda la pintora Joy Laville. También iba a escribir una historia sobre su familia. A juicio de Joy, “Los pasos de López” es la mejor novela de su esposo, muerto en un avionazo en España. Comentó que le gustaba cocinar y que entre sus amigos era famoso por la paella que preparaba. Aun cuando bebía (tequila), en París donde vivió el último año de su vida tomó poco. Era muy disciplinado, escribía de diez de la mañana a dos y media de la tarde. En las tardes leía recostado en un sofá. Era muy alegre, dijo Joy, aun cuando se le consideraba malhumorado porque le gustaba ser “muy directo”. La entrevistó Salvador García para La Jornada Semanal a propósito de aniversario 25 de la muerte del autor de “Los relámpagos de agosto” (Mortiz).
LOS GARBANZOS
Al publicar su primer libro de ensayos “Vuelo sobre las profundidades” (Lumen), José Agustín declaró que la narrativa nacional “está bien” con autores jóvenes brillantes, medianamente jóvenes, ancianos y “figuras ya mayores que yo, consolidadas por completo, algunos petrificados”… “Eclipse”, el tercer volumen de Stephenie Meyer (35 años), lleva vendidos ya 1.3 millones de ejemplares en los último trimestre del 2008, informó Alfaguara. “Amanecer”, la cuarta entrega, apareció en inglés en agosto pasado. Con “Crepúsculo” y “Luna nueva”, la Meyer ha vendido en total unos 25 millones de ejemplares en el mundo… Fernando Savater, que acaba de publicar “Misterio, emoción y riesgo”, artículos, (Ariel), dijo que por fin empezó a releer, sobre todo los libros que leyó antes de tiempo… El escritor cubano-estadounidense Jorge Dávila Miguel perdió la mitad del Premio Juan Rulfo 2008 porque había publicado su cuento “La mensajera” diez años antes. Así que el único ganador es el mexicano Ignacio Padilla con “Los anacrónicos”… “Las monjas de entonces (de su niñez) únicamente enseñaban su propia ignorancia”, declaró Ana María Matute (83 años) al publicar su novela “Paraíso inhabitado” (Destino).
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