Jueves 11 de diciembre.- Confirmo que el DF está en obra negra. Pulen los muros de lo que era Estadística en el siglo pasado, en Balderas y Morelos. El finillo polvo flota incluso en la línea tres del metro. Así que cruzo a la banqueta sur de Morelos. A media cuadra me topo con Rafael Cardona y Abraham García Ibarra. Éste lleva un abrigo de terciopelo blanco. Cardona va de negro, de los zapatos a la gorra. Hace años me compré una parecida. Estaba leyendo “En el camino”, de Kerouac. Petunia me desalentó. Van a decirte el Cachuchas, dijo. Arrumbé la gorra. Cardona se dirige a Radio Fórmula. Abraham al Club de Periodistas. Vamos a La Habana, les digo. Sólo acepta Abraham. De allá vengo, había dicho. Le digo a Cardona que la Pavita quiere que se lo presente. Ella desea darle las gracias por lo que bien habló de su papá. ¿Quién es su papá?, preguntó Cardona. Pedro de Urdimalas, le digo. Rafael recuerda que Pedro, autor de “Amorcito corazón”, tenía una vaca en la sala de su casa. Quería que sus hijos bebieran leche fresca.
Al entrar a La Habana, me intercepta Salvador Estrada. Dice que está con los del Diario de la Tarde. Me gustaba ese vespertino que desapareció en el siglo pasado. De pronto se para Armando Rojas Arévalo. Saludo de lejos a dos o tres de ellos. Abraham ya se ha sentado al fondo, bajo una tele. Él pide coca y yo café. Llega un tipo. Es un colega de Sonora. No toma asiento. Abraham se despide. Intento corregir un par de Turbo. Llega Mireya Vega, del Conaculta, a quien debo entregarle 29 entrevistas que conforman “Los sentimentales”. Le he dado unas cuantas fotos para el libro. Seguiré buscando el resto.
El café no me ecualiza, desde luego. Me urge un par de jaiboles dobles o triples. Sólo así. En casa apenas he corregido un capítulo breve de mi octavo mamotreto. Petunia ha buscado en media docena de cajas aquellas fotos. Le digo que me interesa una en la que Lola Beltrán y Juanga bailan rock. No aparece por ningún lado. Aturdido he salido a mi cita en La Habana.
Pero al regreso recuerdo este diario. No sé para que me comprometí a cumplir escribiendo a diario, aunque sea unas líneas. ¿Tiene caso? No puedo corregir un mamotreto, escribir una Turbo a la semana y dos columnas más y ¡el Diario!
Pero debo seguir. Me han ofrecido otros espacios. Uno en el “Expresso de Oriente” y otro en “Los periodistas”, así como en radio para el 2009. Sin paga, claro. ¿Cómo se llama ese animal que vive de comer aire? Claro el aire en Morelos y Balderas tiene cuando menos polvillo de piedra.
Si puede, pero también entiendo que aparte de escribir, vive. o sobrevive en esa jungla de cemento y ruido, llena de gente con desconfianza y desaliento.
ResponderEliminarSé que a veces no se puede escribir diariamente, y a veces no se quiere redundar en lo que ya se ha escrito, pero sabiendo que sus escritos no están disponibles para todos, pues sería excelente que publicara de ahora en adelante sus turbocrónicas, que son de mis favoritas.
Un gran abrazo, y si viera qué rico calorcito hace en el terruño... veinte minutos y estoy frente al mar, cálido de noche... Y otros 30 desde Tapachula y siento la neblina en la cara, y la humedad de la media montaña al acercarme al Tacaná.
No lo envidio por vivir allá, pero sé que es donde se concentra tanto lo mejor y lo peor de nuestro país. Ud es de lo mejor.
Atte JJ Estrada