Turbocrónicas
FRAGMENTO 79
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Al suicidarme
iba a dejarle el campo libre a su amante.
Sí, aunque muerta yo ¿qué iba a importarme?... Mas resultaron puros planes
fallidos, lic, excepto uno, según yo, je je. ¿Le cuento?… Leo se queda roncando
tras una secuencia de cubas dobles, que terminan siendo triples porque seré yo
quien las prepare, y me doy un tiro con silenciador para morir desangrada. Dejo
el arma junto a él. Antes llamo a la policía y denuncio haber oído un disparo.
Me hago pasar por la Gandini. Dos pájaros de un tiro como dicen coloquialmente,
¡ja! ¡ja! Porque iban a interrogarla también a ella, a torturarla, a violarla…
¡Que mala onda!
¿Cómo la ve? Apenas, ¿ajá? Ahora, ¿en qué órgano del
cuerpo me doy el balazo para que yo tenga tiempo de deshacerme del
silenciador?... ¿No me quiere dar ideas? Voy a seguir con mis investigaciones…
Por cierto, lic, me pregunto si aquí hay dispensa como
en Estados Unidos para la recién parida que mata al marido. Se supone que ella
anda un tiempo mal de la cabeza. ¿No, verdad? No hay tal dispensa. ¿A menos que
fuera en defensa propia? Pues entonces primero lo provocas y enseguida te lo
echas, je je…
Al contrario, cuando nació Alba Lilia, sentí una reavivada
fuerza interna, para nada comparable a la locura o a la depresión. ¿Cómo iba a
dejar a mi hijita en manos del bruto del padre? ¿Se hubiera hecho cargo de la
niña? Ella habría terminado en un orfanato, semejante a la correccional,
guardando las proporciones, adonde fueron a parar un tiempo Leo y el
Trepamadres. Ese nacimiento me dio una fuerza tremenda, lic, de roca y de
acero…
Las agresiones de Leo llegaron a su clímax y ahí se
mantuvieron. Hasta le bajó, creo. No es que el nacimiento de la nena lo hubiera
humanizado o le tocara fibras del alma. Numerosos machos genuinos tienen una
hija y ese amor de padre los civilizan. Leo no. Protomacho irredento.
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