Turbocrónicas
FRAGMENTO 78
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Observaba lo improcedente de
ciertas historias que se me ocurrían gracias a mis ejercicios imaginativos. Por
ejemplo las autoconmiserativas o las autocomplacientes. De todo puede
escribirse, afirmaban mis maestros. Se requiere verosimilitud, y tono y
atmósferas convincentes. Pero es necesario el oficio. Confío en que puedo
hallar la solución para escribir un libro de esas características si cuento la
historia de tres mujeres abandonadas, pero empeñosas, luchonas, debido a que el
jefe de la familia egoísta triunfa con la venta de un millón de ejemplares de
su libro, en tres meses... En tres meses, para hacerlo creíble en un país donde
se lee basura, decía el mismo Leo. Él, limitado a su revistilla.
Los criminales siempre actúan en desventaja ante la policía, descubrí
cuando me puse a leer la nota roja, mientras maquinaba mi muerte a manos de
Leo. El delincuente requiere de preparación y de talento para el crimen. Si
carece de tales cualidades y permanece impune es porque los detectives no
investigan. Sin que glorifique al criminal, lic. De eso me acusó Leo.
––No hay temple ––le dije––.
Los empuja el hambre y se drogan. Si ustedes botanean para aguantar bebiendo,
hacen rastrojo, dice tu amigo el Trepa, ¿qué aguante puede esperarse de un
delincuente famélico, drogado con mariguana o con inhalaciones de cemento?... ¿Por
qué le llamarán cemento?
––Dicho así, Petacona,
pareciera que haces apología del delito.
––No ––le dije–– porque,
igual, si a ese delincuente impreparado, le pones uniforme y le das una
cachiporra, será un policía mediocre.
––Ah qué doña Petacas… Tienes
cada idea…, y es tolete, no cachiporra.
––Tampoco es extraño si ese
delincuente hecho policía, mejor adiestrado, delinque de nuevo. Le iría mejor
como criminal.
––¡Párale, Petacona! Si te
sigues de frente lo harás procurador, presidente.
––¿Por qué no? ––le dije.
Ahí acabó ese diálogo. Como él no había sacado el tema
a colación, resultaba intrascendente. Volvió a concentrarse en su Selecciones. Debí ser directa. Decirle,
a ver, hablemos de los grandes uxoricidios... Pero lo hubiera puesto alerta, je
je.
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