FRAGMENTO 70
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)
respecto al
único vicio de Papito Leo, el alcohol, “Enfermedad”, decía él, y hereditaria, ordenaba
tener todo planchadito. Nada a botepronto o en automático. Dejó de llamar a mi
oficina cuando pude atenderlo sin errores, previendo sus necesidades,
adelantándome a sus órdenes, adivinándolas. Fue como cesó el pendexeo tácito a
mis compañeras. Las aturdía. Me aturdía, y él, satisfecho.
El surtido
cada viernes era a base de ron y de pécsis,
textual, y de la bolsa de hielo. Aparte, desde luego, mi atención absoluta cada
día, a cada momento, a cada instante. . Así que empecé a llamarle para adelantármele. Entonces él hacía la
lista de compras. Pronto dominé la mecánica de las reuniones en casa. Antes,
mientras yo no trabajaba, ni atención le ponía. Me dejaba llevar por sus
ocurrencias. El menú era en términos generales reducido, pero debía cumplirlo a
la perfección y atenta a cualquier cambio: chilaquiles rojos y huevos
parranderos en caldillo de chiles chipotles en la madrugada.
Le propuse
alternar con chilaquiles verdes, los que a mí me gustan. Nada. Cero. Mientras
yo viva serán rojos, fue su condena a perpetuidad. Verdes le parecían ácidos y
por lo tanto debía ponerle mucha sal y la sal abultaba las papadas y él de
papadas quería saber cero.... etcétera. Pero estaba condenado a cargarla porque
entre su tronco y la cabeza había apenas una línea divisoria, la quijada, que
yo veía cada vez menos, pero él se la
palpaba al descañonarse la barba. Por fortuna a mis hijas les da lo mismo. Les
da igual chilaquiles verdes o rojos cuando los hago a la hora del desayuno, no la papada de Leo.
¿Pude
reeducarlo? Nadie. ¿Sin haber tenido padres y con el Trepamoders de consejero
áulico? Yo debía dar las gracias porque Leo estuviera, comillas, medio
cepillado, comillas, según presumía él de sí mismo…
Leo chillaba,
ebrio, por sus padres y a. Acusó a su tío
Clemente este último de haberle entre comillas jodido la existencia,
pero también de haberle propiciado un matrimonio, entre comillas, en relativa
paz. ¡¿Qué?!... Cuál paz si la guerra de Leo fue a muerte. Es decir libró una
batalla permanente contra sus demonios. Desde luego, yo formaba parte del endemoniado
elenco.
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