Turbocrónicas
FRAGMENTO 67
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Confinada en la cárcel y en
mi mente yo iba a buscarle cómo empezar una historia y cómo escribirla. Si uso
o no uso nombres reales o los invento para evitar líos… ¿Una demanda, lic? ¿Ya
en la cárcel? ¡Venga! Así daría a conocer con profusión cuanto escribiera, no
para vivir de los libros, para difundir esa historia, la que fuera. Porque
escribiré para ser leída, y si voy a dar a conocer mis libros, siento la
obligación de escribir lo mejor posible, un poco más allá de mi capacidad. Esto
es, debo escribir bien una historia atractiva. No genial. No. Esa no me la
creo. Claro, nadie me ha dicho genio. ¿Leo?... Primero muerto… ¡Primero murió
él!…
Quizá hasta yo formé parte de
la competencia, je je, pues Leo también quiso escribir libros, como ya le he
dicho, creo.
Mas, oiga usted, licenciado
García-Corral, he prometido a mis hijas que nadie va a leerme dos o tres veces
para entender lo que quiero decir en tal o cual frase. ¿Me entiende? Perdón… Yo
he perdido mucho tiempo deteniéndome para releer partes de muchos libros. Mal
hecho. Debiera saltármelas como aconsejaba Borges. Pero no entender me
desespera y me culpo debido a mi falta de concentración. Los torpes confunden
complejo y profundo con mal escrito y dicen, pomposos, léanme varias veces. No,
torpitos, digo yo. No eres complejo ni profundo, tienes mala sintaxis. También
puedes padecer el síndrome del biq,
Bajo iq.
¿Y no entiendo porque soy
distraída? Papito Leo me lo criticaba. Pero no me distraen bobadas, según yo.
En la prepa nada conseguía distraerme. Si me daban ganas de escribir, escribía.
Las distracciones empezaron con los pendientes caseros y las distracciones y
los pendientes empeoraron, al nacer mis dos hijas. Así que, leyendo reparo por
cualquier detalle no comprendido en mi distracción y vuelvo al punto del
desvío. Sucede cuando tropiezo con una frase larga de pésima sintaxis, o con
una frase muerta que llena de pestilencia el texto. La releo, la descubro
muerta, frunzo la nariz y me sigo ya con el hilo retomado, ¿ajá?
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