Turbocrónicas
FRAGMENTO 68
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Como le digo, lic, busco abogado para Hércules, y para mí. Veré cómo le hago pero consigo los
honorarios. ¿Hay otro camino? Doña Juanita lograba cuanto deseaba y, comillas,
un Poquito más, comillas, decía mostrando dos deditos extendidos en paralelo,
índice y pulgar, para ilustrar, separados, ese poquito. A cambio daba cosas
muy, pero muy personales... Éramos distintas aunque compartimos a su bombón. De
hecho, ha sido devuelto adonde lo confinó su rey, el rey de doña Juanita, a la
cárcel.
Tampoco le envidié el
conseguir todo cuanto se proponía porque nuestras metas eran distintas, y
porque la envidia espesa la sangre, decía mi madre. Si metas equivocadas eso es
otra cosa. Equivocadas para mí pues para doña Juanita eran de gran acierto, reconozco,
a veces de vida o muerte.
Hablo de ella en pasado
porque que no volveré a verla, temo… Trabajamos juntas diez años… Ojalá
disfrute su viaje. Aun con su cultura de barrio, nadie le desea daño. Ella no
tenía dirección postal, dijo, y menos correo electrónico. Buscaba romper con su
pasado.
––Me voy a vivir a la mar
––dijo––. Aunque la mudanza me cueste un güevo de lana.
Cuando la Rott, perdón,
cuando Purificación del Pozo Ramírez, nuestra compañera jefa, insistió,
gritándole ¿adónde?, Juanita dijo:
––Ay, corazón..., pos a
Acapulco. ¿Hay otro mar?
Volviendo al punto, lic… Hércules tuvo defensor de oficio y
nomás le sacó dinero. No debieron cobrarle, ¿ajá? Pero disponen de mil
argumentos, aprendí de las críticas de mi marido a sus colegas poquiteros. Para
unas copias, para untarle la mano al secretario del emepé, para una tarjeta de
teléfono, etcétera. Argumentos ridículos. Usted sabe.
Hércules no tuvo otro
abogado, y le urgía pues durante veinte años acumuló condena tras condena. El
Manudo utilizaba los puños en cada bronca porque, con garrote o cuchillo,
tendría cadena perpetua. Mire el fin de Papito Leo. Hércules no tuvo
alternativa, pensé. El bombón de Juanita es un rompenarices, un
quebrantamandíbulas. Las narices son una obsesión, contaba la doña, porque se
la partieron de chico.
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