FRAGMENTO 63
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Hércules nomás le dio de cachetadas a Papito Leo como pronta respuesta
a la agresión de éste, según dijo Hércules. De ida y vuelta. Guajoloteras...
Perdone, lic, que me haga eco de las vulgaridades de Hércules. El bombón de
doña Juanita no lo derribó de la silla la primera vez porque Leo se agarró bien
duro, imagino. Le pregunté a Hércules y guardó silencio. Ya le verá usted las
manos, licenciado. El Manudo le dicen también. Yo las sentí, poderosas,
sensibles y cariñosas. Él expresa con las manos cuanto es incapaz de decir con
palabras… ¿Me entiende? Perdón… No soy una descarada, pero me propuse hablarle
con la verdad, ¿ajá?
Mi marido detestaba a los
mentirosos. Les deshacía sus mentiras al interrogarlos.
––¿Tienes que ser desalmado?
––Pregunte.
––Quiero la neta ––dijo––. Si
no, ¿cómo los defiendo? Cualquier fiscal actúa así, o queda como un güey.
¿Entiendes, Petacona?, porque me estoy explicando.
––Aun así ––le dije.
––El abogado no es un pinche
moralista ––dijo él––. Tampoco juzga. Juzga el juez. Se lo dices al cliente
una, dos veces, tres, no más, y yo no soy un cotorrito culero.
¿Entonces? Otra
contradicción, o ¿se entrenaba con nosotras al estar chiqui, chiqui, chiqui,
para su nombramiento de juez?
Hércules quería su renuncia a
la pensión.
––Son chingaderas ––le
dijo––, del mantenido rata.
Repuesto de la sorpresa por
el reclamo y por las cachetadas y de que Hércules le insinuara que él y yo…,
¿me entiende?..., perdón, repuesto de la sorpresa, decía, Leo sacó la pistola
de una bolsa del súper. En la otra bolsa guardaba, creí, el dinero de la venta
de su carro, y otra pistola. La policía no halló nada de dinero. Ingenua yo,
¿verdad? Y no le pregunté a Hércules. De haber descubierto ese dinero, lo dice,
porque la pasta le sobra, como llama al dinero.
Mi suerte está cambiando, lic... Resolví el problema del techo. Mis dos hijas y yo abandonamos a Papito Leo
no hace ni el mes. Al mudarnos al apartamento de unos amigos no desempacamos a
sugerencia de Alba Lilia, la mayor. Doña Juanita iba a traspasarnos el suyo.
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