FRAGMENTO 50
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Intenté sustraerme. Llevaba qué leer pero no podía concentrarme.
En esos momentos busco lo importante para mí en el periódico. Otra posibilidad
es ver la tele, pero no en una terraza y en el desayuno. Ni aparato había. Me
abstuve de pedirle a Leo una sección del diario. Aparte de que si él no
desechaba una ni caso me hacía. Su hábito de leerlo en dos tandas frenaba el
proceso, como ya le conté, lic. Era distinto viajando porque entonces él no
leía ni los avisos ni la cartelera de rips como llamaba al obituario.
Le ofrecíamos La Jornada y lo rechazaba. y El País, que yo compraba sábados y
domingos. Odio a los gachupas, decía, se creen chingones con el lenguaje, y le
dicen beicon al tocino y aparcar a estacionarse… Pero esos diarios los leía a
escondidas. Él atesoraba el Selecciones en
la recámara.
Un chamaco se acercó a una
mesa de tres güeritas. En inglés deplorable las invitó a desayunarse en el
mercado con Carnitas y birria, huevos frescos no refrigerados. Ni siquiera, pensé, porque era
harina de huevo. Sonriendo, sin alternativa, contestaron en francés. Leo
observó por encima de las gafas y, en cuanto el tipo se fue, volvió a la
lectura. ¿qué hubiera pasado si Papito Leo tarda en salir? los muchachos nos habían
barrido con la mirada, de mesa en mesa. Incluida la fundillona de gafas para
miope, de plástico color carne. Tal y como lo hicieron.
A esa edad, hombre y mujer,
tienen vista selectiva. Mis compañeras ignoraban a los prietitos sin las
condiciones necesarias como para ir bañados a la escuela. Los veían
polvorientos. En Guanajuato, uno de esos chicos pudo acercarse a mi mesa a dar
lata...
Luego del primer fracaso,
otro de ellos se dirigió a las güeritas. Competencia absurda por pueril. Mismo
resultado.
“Pinches gringas tontejas”
dijo el segundo. “Vienen a México y saben un carajo de español. voy a seguirlas
al cuarto y me las voy a echar a producto de gallina”, dijo otro y se frotó la
entrepierna. “No se la van a acabar. Las pondré a gatas… Tendrán orgasmo en
inglés”. Horrible. Tenso.
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