TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 49
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
¿Maduraba papito Leo al
moderarse con la bebida? era la reacción de rechazo del organismo constipado por
el alcohol y las fritangas. “Cómo aguantas”, se decían entre sí, engreídos,
porque tomaran demasiado alcohol. “Saliste rebueno pa’l chupe”… Qué horror. Mas
en Leo era constipación. Tripas sobreexplotadas que tardaban en procesar todo
el mugrero… ¿Por eso hablarán maravillas del hígado?, poderoso, bien conservado…
Me desvié, yéndome de frente, lic, si puedo decirlo así…
En Guanajuato, una verja de
hierro a la altura de las mesas separaba la terraza del jardín. El frío era
soportable. Había turistas gringos y europeos desayunándose casi casi bajo la
copa de los árboles. Esa parte se llenaba pronto. Leo prefería una mesa dentro
aquí en el DF. Ni soy turista, proclamaba, ni me gusta exhibirme ni ver a exhibicionistas...
También tenía la experiencia desagradable para él de las marimbas callejeras.
Fui la primera en salir y
tomé una mesa ante el jardín. Adentro vi a ancianos y a parejas con niños.
Cuando Leo salga y me tome de la oreja para meterme, pensé, habré de seguirlo…
Pero se siguió a un puesto de periódicos y al volver ni protestó ni me tomó de
la oreja. Quizá había dentro puros viejos y niños friolentos. Él no hablaba mal
de ellos. Los soportaba. Me refiero a los niños. Ejercía represalias en Alba
Lilia y en Yolanda.
No supe qué pedir, lic. Había
poco para escoger. El desayuno estaba incluido. Huevos y chilaquiles y pan
tostado con mantequilla y mermelada químicas. Nada olía a nada. Ni el café.
Unos chamacos estaban en una
banca del jardín, y otros de pie. Bebidos… Fumando... Buscaban seguir la
celebración de la noche vieja. Varios manipulaban el celular. Uno, cabeza
echada hacia atrás. Dormía, la boca abierta. A gritos, cruzaban palabrotas.
Parecían de Tijuana o de Nuevo Laredo. Mal vestidos, según yo. De tenis. De
pelos aceitosos peinados hacia arriba, aretes en orejas, nariz y labios... Son como
zetitas, me dije, asustada. No son hijos que papito Leo hubiera querido engendrar.
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