Turbocrónicas
FRAGMENTO 3
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin
fin y las narices de mango”, novela de
MARCO
AURELIO CARBALLO (MAC)
Vivíamos los años posteriores al terremoto del ochenta
y cinco. El ochenta y siete, el ochenta y ocho… Mi madre se asustó. Quería
regresar a Comitán, Chiapas, o mudarnos a otro estado, porque también tiembla
en Comitán. Ella hablaba poco de sus parientes y cero del pueblo. Después se le
pasó el miedo y el tiempo de la posible huida. Papito Leo no quiso ni oír
hablar de que ella viviera con nosotros. Está bien, dijo, de repente. Tu madre,
tú, el Trepamoders y yo. Leo y su primo falso, el Trepamadres, habían vivido
juntos de estudiantes en la colonia Portales, lic. Así que, recién casados,
quiso negociar, ¿ajá? Mas respecto a vivir con el Trepa yo no iba a ceder…
Además el Trepa vivía con su segunda vieja, como nos llamaban ellos dos a
nosotras.
Me dolió dejar a mi mamá
porque se le bajaron las defensas. El terremoto debió generarle negros
pensamientos. Una puede morir al girar una esquina, mas en un terremoto
aterroriza morir aplastada, asfixiada, hundida en una grieta.
Recuerdo que ebrio, Leo soltó
esta frase:
No es simple reacomodo de las
capas teutónicas como respuesta al ajuste de la maquinaria cósmica, es poda,
tijereteo a ciegas de una fuerza superior que le devuelve a los terrícolas la
puta memoria, haciéndolos hincarse y clamar piedad, a los culéis. Eso sí,
agregó, haciendo cola, hincados
Si acepté casarme antes que
morir en un sismo, hice mal. Lo sé. ¿Por qué el apremio? Mas ¿fue un impulso?
Los impulsos ayudan a empezar a escribir una historia, según sé, no a conservar
ningún matrimonio. Para casarse, aprendí tarde, hay que pensarle un poco. Aunque
enamorada no le piensas, según sé por lo que he escuchado y visto. Es que yo no
estaba enamorada, lic.
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