El siguiente es un texto de Godrofredo Rodríguez acercaa del libro Cuentos del Sur (Coneculta-Chiapas), colectivo de los asistentes al Taller de Narrativa de Tapachula Chiapas:
En la soledad de la noche, una historia nace,
crece... La imaginación se desborda y se plasma.
Se trata, en una imagen resumida, de una pluma
a un lado de una hoja de papel, elementos que, bien vistos, podrían convertirse
a partir de este instante en instrumentos de tortura.
Es porque la labor no está completa. Es porque
al mismo tiempo le sobran y le faltan letras.
Sobre las complicaciones de la noche, el
creador se enfrenta a su propia creación. Algo no está bien, y no puede saber
qué es.
¿Qué le puede faltar a su primera historia? No
lo sabe, es un autor espontáneo, entusiasta, amante de las letras, pero
inexperto. Sabe que su texto, como un muñeco deforme, tiene demasiadas aristas,
de un lado está gordo y de otro flaco…
Sale a la calle, su ansia de crear lo
desespera, lo vuelve loco. De un momento a otro saldrá como persiguiendo algo,
o perseguido él mismo. El calor de Tapachula lo enfurece.
Y entonces llega al taller del tío Marco.
Sobre la puerta de entrada alguien
garrapateó TALLER LITERARIO. Entra, se
persigna, sabe que hay algo ahí para él, que pase lo que pase ahí dentro, el
futuro ya no será el mismo.
Ahí habrá de juntarse con otros que tienen los
mismos entusiasmos, las mismas deficiencias, la misma locura.
Y cada uno lleva su muñeco, su querido
esperpento. Sí, un esperpento. Está muy lejos de ser un bibelot, pero es su adefesio.
El taller está habitado. Como todos, llega con
su legajo bajo el brazo. Con la ayuda del tío se quitan las partes gordas de
todos los trabajos, lo más feo, lo que de plano sobra. Se colocan algunas
piernas. Los demás colaborarán para borrar los sobrantes: algunos tendrán que
quitar una tercera pata.
Y el cuento estatua, va quedando. Poco a poco,
pero va quedando.
Con gorro y su overol, el recién llegado se
desliza, camina entre los demás talleristas. Cada uno mide con su lápiz, cada
uno aplica su buen ojo. A la hora de criticar todos son buenos cuberos.
Es un monigote tosco, pero va quedando, y con
el muñeco va afinando también el oficio para un día poder valerse por sí mismo.
Y así van puliendo. Van asentando, echan un vistazo,
cambian de posición, observan por aquí, por allá, le soplan el polvo. El
espantapájaros se va convirtiendo en la figura del dios desconocido y empieza a
llamar la atención de los extraños.
Hoy, aquí, presentamos esos textos que
comenzaron como una idea ligera, que fueron oscuridad de la noche, horas de sueño
interrumpido…
Pero algo iba saliendo.
¡Y salió!
Los escritos son de todos, pero eso los hace
más dignos de cariño, llevan el sello de la amistad. Los comentarios ácidos ya
sirvieron para algo, y quedamos más amigos que nunca. Están, lo sabemos, aceptados de alguna manera, y pronto, muy
pronto, esperamos ¡Vendidos!
Quería decir que les falta, que aún hallaremos
errores, que este es el inicio de algo que crecerá y crecerá. Pero no, hoy no
lo quiero decir, este ya es un trabajo final, y hay sobrados motivos para
enorgullecernos, si hay otro… ¡será otro!,
hoy lo importante es éste, y aquella imagen dramática de una hoja o un legajo
de hojas con una pluma al lado, será a partir de hoy un símbolo que nos anime y
nos llene de inmodestia.
Ante ustedes, nuestras páginas, nuestras
satisfacciones de la noche…nuestros CUENTOS DEL SUR.
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