27 de marzo de 2009

Viernes 27 de maro del 2009

TURBOCRÓNICAS
Los caníbales gordos
Mario Vargas Llosa acaba de aconsejar a los colegas escritores incinerar sus restos y arrojar las cenizas al océano o la esparcirlas en las montañas. La propuesta se le ocurrió cuando una diputada argentina iba a promover la repatriación de los restos de Jorge Luis Borges. Ahora descansan en un cementerio de Ginebra, Suiza. Sin embargo, la viuda María Kodama declaró que ella respetaría el deseo del autor de “Ficciones”. Sus restos seguirán donde están. La diputada dio marcha atrás.

“¡Mil veces preferible alimentar a los peces o a los pájaros que a esos inescrupulosos caníbales que engordan con los despojos de los buenos escribidores!”, tecleó Vargas Llosa. En esos casos, señala también, los políticos no pierden la oportunidad de “darse un baño de cultura” y de pronunciar discursos y de accionar las cornetas y usar adjetivos como el de “poeta ínclito”.
Casi de modo paralelo leí la crónica de Vicente Quirarte “Viaje al país de Lovecraft” en la Revista de la Universidad de México, (marzo 2009). Ahí le rinde homenaje a Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) y cuenta cómo se preparó para visitar la tumba del creador de historias terroríficas, en el cementerio de Providence, Rhode Island, Estados Unidos.

A lo largo de la historia cientos de jóvenes escritores han hecho ese peregrinaje por diversos cementerios del mundo para rendir homenaje a sus escritores admirados. Una rosa roja aparece cada año en la tumba de Óscar Wilde. Algunos de esos escritores reconocidos iban a los cementerios, pero a leer los nombres inscrito en las lápidas. De esa manera hallaban el nombre apropiado, según ellos, de sus personajes.

¿Qué sucederá si todos los escritores siguen el consejo de Vargas Llosa? ¿Hacia dónde encaminarán el peregrinaje los futuros novelistas o cuentistas para venerar a sus queridos maestros? Grandes escritores tienen museos, pero no todos. Puesto a escoger entre un museo nutrido de objetos simbólicos y una fría lápida, prefiero el museo. Aquí en el DF, René Avilés Fabila promueve el Museo del Escritor, el único en el mundo. Ha reunido decenas de documentos y primeras ediciones de libros y plumas fuentes y máquinas de escribir. A base de tocar muchas puertas, como se dice, ya le han ofrecido varias sedes. Pero él insiste, el Museo del Escritor debe estar en el Centro Histórico.

2 comentarios:

  1. Mis cenizas al viento para que recorrer el mundo me salga gratis. ¿Y las tuyas?

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  2. Haré que las analicen. No quiero contaminar los mares. Consultaré también si las cenizas son orgánicas o inorgánicas. Al desagüe tampoco pues sé que hay fugas...

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