FRAGMENTO 36
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO
CARBALLO (MAC)
Así aplacaba Papito Leo su fuego interno. Le daba pie
y arremetía.
“Cuando aprendas harás un robalo
a las yerbas finas… Hoy compra carnitas y chicharrón... Mis primos terminaron achilangados
con esas lagartonas”.
Nos llevaban pastel. Sabían
cuánto le gustaban a Leo o querían infartarlo.
Se necesita una mente perversa y en ellos no la hay, si observé bien o lo
disimulan, perfectos. Pueden ser unos resentidos con Papito Leo, no perversos.
Buscaban agradar. Quizá ellas obedecían órdenes… “¿Qué le llevamos a ese
cabrón?”, podía decir Justino o Rutiliano, dado el trato recibido y que eran
porteños. Pastel “para que se atragante”.
Los primos son uno gordito,
el mayor, Justino, usa barba de chivo. Alegre, sí, parece de Veracruz. El otro,
Rutiliano, menor, taciturno, flaco y de mejillas picoteadas por el acné. La
menos callada es mujer de éste. El primo gordo, Justino, y la delgadita Berta,
y el primo delgado, Rutiliano y la gordita alegre, Marta.
No fuimos a casa de ellos,
lic., menospreciados por resabios contra el tío y por comerciantes, propio de
gente ambiciosa y mezquina, según Leo.
“Compran a peso y venden a
cinco, a diez si te amensas”, dijo Leo cuando pregunté de su desdén. “Es el
gran talento de esa yunta”.
Igual por su
fracaso en la Plaza Coyoacán. “no sirvieron ni pa’ venderles chiles a
los pequeñoburgueses”, decía el abogado. “¡En Chilangolandia! Pero a lo
imposible nadie está obligado”.
“¿Prefieres que las maneje el
gobierno, ya sin capitalismo?”
Leo pestañeó sin contestar...
pregunta improcedente o intrascendente. Propia de subnormal.
Ebrio, echaba en cara a
los primos que el tío Clemente se quedara con la tienda de abarrotes. Había
callado que Justino y Rutiliano hurtaban pequeñas sumas de dinero sustraídas de
la gaveta. Leo habló cuando la policía lo detuvo al desaparecer fuerte cantidad.
El tío se negó a creer rateros a sus hijos.
“Con el primer hurto debí denunciarlos”, “dijo Leo. “Intuí que ser
soplón no es motivo de orgullo”.
“Qué solidario, ca”, dijo el
Trepa.
“Elemental” .
Tendrás excepciones,
Leoncito.
“¿Tú sí?”
Si un cretino usa el celular
en pleno vuelo, ¿lo denuncias?”
“Si yo fuera un suicida, no”.
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