17 de junio de 2014

FRAGMENTO 36

FRAGMENTO 36
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Así aplacaba Papito Leo su fuego interno. Le daba pie y arremetía.
“Cuando aprendas harás un robalo a las yerbas finas… Hoy compra carnitas y chicharrón... Mis primos terminaron achilangados con esas lagartonas”.
Nos llevaban pastel. Sabían cuánto le gustaban a Leo o querían  infartarlo. Se necesita una mente perversa y en ellos no la hay, si observé bien o lo disimulan, perfectos. Pueden ser unos resentidos con Papito Leo, no perversos. Buscaban agradar. Quizá ellas obedecían órdenes… “¿Qué le llevamos a ese cabrón?”, podía decir Justino o Rutiliano, dado el trato recibido y que eran porteños. Pastel “para que se atragante”.
Los primos son uno gordito, el mayor, Justino, usa barba de chivo. Alegre, sí, parece de Veracruz. El otro, Rutiliano, menor, taciturno, flaco y de mejillas picoteadas por el acné. La menos callada es mujer de éste. El primo gordo, Justino, y la delgadita Berta, y el primo delgado, Rutiliano y la gordita alegre, Marta.
No fuimos a casa de ellos, lic., menospreciados por resabios contra el tío y por comerciantes, propio de gente ambiciosa y mezquina, según Leo.
“Compran a peso y venden a cinco, a diez si te amensas”, dijo Leo cuando pregunté de su desdén. “Es el gran talento de esa yunta”.
Igual  por su  fracaso en la Plaza Coyoacán. “no sirvieron ni pa’ venderles chiles a los pequeñoburgueses”, decía el abogado. “¡En Chilangolandia! Pero a lo imposible nadie está obligado”.
“¿Prefieres que las maneje el gobierno, ya sin capitalismo?”
Leo pestañeó sin contestar... pregunta improcedente o intrascendente. Propia de subnormal.
Ebrio, echaba en cara a los primos que el tío Clemente se quedara con la tienda de abarrotes. Había callado que Justino y Rutiliano hurtaban pequeñas sumas de dinero sustraídas de la gaveta. Leo habló cuando la policía lo detuvo al desaparecer fuerte cantidad. El tío se negó a creer rateros a sus hijos.
“Con el primer hurto  debí denunciarlos”, “dijo Leo. “Intuí que ser soplón no es motivo de orgullo”.
“Qué solidario, ca”, dijo el Trepa.
“Elemental” .
Tendrás excepciones, Leoncito.
“¿Tú sí?”
Si un cretino usa el celular en pleno vuelo, ¿lo denuncias?”

“Si yo fuera un suicida, no”.

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