3 de junio de 2014

FRAGMENTO 34

TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 34
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

hubiera querido platicar con la vecina  de nuestros propósitos y vida cotidiana. De sus problemas, no de seis mil millones y pico de terrícolas. Micro, no macro. ¿Me entiende, lic? Disculpas. La Gandini le concedía a Leo la razón. Era una sometida, a quien iba a salvar del infierno doméstico. Quería en sus filas a Papito Leo y, de paso, que él me arrastrara. O desquiciarlo, provocarle un infarto. ¿El crimen perfecto, lic? ¿Semejante al que intenté con Hércules desnudándome ante él?
Me gustaría pedirle a la Gandini respeto a la libertad de pensamiento, lic. Sigue enviándome propaganda. Su misión no terminó con Leo. Falto yo. Ahora la cosa es entre las dos, y ¿Con qué o con quién la entretengo? ¿Con Hércules? Me tiene una sorpresita, dice, y no estoy para sorpresitas.
Leo y yo coincidíamos en otros ataques de neurosis. En la falta de respeto al espacio vital. Hablo, Lic, de quienes acercan la nariz para hablar. ¿Miopes sin gafas? Los despatarrados en los microbuses. ¡Los choferes embrutecidos con el radio a todo volumen! Nada tengo contra la música popular. En cien años, los tataranietos de esos rumberos o salseros de vecindario del altiplano, según Leo, llegarán a la música sinfónica. Mas ¿por qué debo oír de modo ensordecedor y a güevo, diría él, perdón, lo que detesto? Hablando, lo escucho a él. Su malvada influencia…
Si hay algo peor es que no me permiten pensar. ¿Por qué coincidir con ella? ¿Por qué, si respeto su lucha, no respeta la mía? Libre del todo, lo cual significa libre de Leo, si me permite el diálogo, hablaré de esas faltas de respeto. Tras el infarto de Leo, cuando intercambiamos correos, nos referimos a la situación de Papito  Leo, a partir de que huimos mis hijas y yo de casa. Lo cual es un decir porque yo limito a la vecina a ese tema.

Ella ni siquiera lo veía actuando en actos de su vida disoluta, aquelarre entre cuatro paredes. Sin duda, imaginaba lo peor luego de la llegada del Trepa al apartamento, en sus visitas a Leo, o de oír el ruido de los encierros. Ignoro si con mujeres.

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