TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 34
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)
hubiera querido platicar con
la vecina de nuestros propósitos y vida cotidiana. De sus problemas, no de seis
mil millones y pico de terrícolas. Micro, no macro. ¿Me entiende, lic?
Disculpas. La Gandini le concedía a
Leo la razón. Era una sometida, a quien iba a salvar del infierno doméstico. Quería
en sus filas a Papito Leo y, de paso, que él me arrastrara. O desquiciarlo,
provocarle un infarto. ¿El crimen perfecto, lic? ¿Semejante al que intenté con
Hércules desnudándome ante él?
Me gustaría pedirle a la
Gandini respeto a la libertad de pensamiento, lic. Sigue enviándome propaganda.
Su misión no terminó con Leo. Falto yo. Ahora la cosa es entre las dos, y ¿Con
qué o con quién la entretengo? ¿Con Hércules? Me tiene una sorpresita, dice, y
no estoy para sorpresitas.
Leo y yo coincidíamos en
otros ataques de neurosis. En la falta de respeto al espacio vital. Hablo, Lic,
de quienes acercan la nariz para hablar. ¿Miopes sin gafas? Los despatarrados
en los microbuses. ¡Los choferes embrutecidos con el radio a todo volumen! Nada
tengo contra la música popular. En cien años, los tataranietos de esos rumberos
o salseros de vecindario del altiplano, según Leo, llegarán a la música
sinfónica. Mas ¿por qué debo oír de modo ensordecedor y a güevo, diría él,
perdón, lo que detesto? Hablando, lo escucho a él. Su malvada influencia…
Si hay algo peor es que no me
permiten pensar. ¿Por qué coincidir con ella? ¿Por qué, si respeto su lucha, no
respeta la mía? Libre del todo, lo cual significa libre de Leo, si me permite
el diálogo, hablaré de esas faltas de respeto. Tras el infarto de Leo, cuando intercambiamos
correos, nos referimos a la situación de Papito Leo, a partir de que huimos mis hijas y yo de
casa. Lo cual es un decir porque yo limito a la vecina a ese tema.
Ella ni
siquiera lo veía actuando en actos de su vida disoluta, aquelarre entre cuatro
paredes. Sin duda, imaginaba lo peor luego de la llegada del Trepa al
apartamento, en sus visitas a Leo, o de oír el ruido de los encierros. Ignoro
si con mujeres.
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