TURBOCRÓNICA del JUEVES 20 DE JUNIO
DE CÓMO Y POR QUÉ DESAPARECIÓ EL TIPO DEL ABRIGO
MARRÓN
Marco Aurelio Carballo
Ahora que intenta recordar, calcula que lo tupido, la
quimioterapia, empezó a la semana de que terminó lo duro, la radioterapia. Lo
vencía la tensión porque ignoraba su destino. La tensión, la desmañanada y el
frío. Por eso decidió enfundarse en un abrigo de color marrón. Los pacientes
iban vestidos de cualquier modo, acaso de la forma como se sentían bien. Así
que, enemigo de los convencionalismos ¿por qué él no? Además, en su oficio estaba
prohibido llamar la atención. No tanto como un detective, pero, si no, ¿cómo
ser un observador profesional si llamaba la atención cual narciso exhibicionista?
Observó que no pasaba
inadvertido, paradoja, ocupado en que nadie notara su presencia. ¿Cómo con el
cráneo casi a rape y el único de abrigo entre enchamarrados o señoras enrebozadas?
Tomaba asiento, recargaba la
frente en la cuenca de las manos, sin recuperar el sueño. Aun cuando la sesión
de medicina nuclear no duraba ni veinte minutos, esperaba hasta tres horas.
Entonces luchaba contra los pensamientos negativos. No basta desearlo para pensar
en positivo.
Sin querer oía las charlas.
Se levantaban más temprano. Viajaban desde lejanas poblaciones hasta el Centro
Médico siglo XXI del IMSS. Les costaba el transporte en tiempo y dinero.
Escuchaba casos de cánceres espeluznantes. Lo peor eran los efectos de la
radio, el cansancio, el sueño y el frío. Y ¿cuándo saldría de ahí? A la mitad, supo
que le faltaban otras tantas sesiones. A veces tardaba más debido a que el sistema “se caía” o al coincidir con dos o
tres niños a quienes, por inquietos los anestesian.
Lo importante era cumplir con
las sesiones y acaso no regresar. ¿Aguantaría? Sin alternativa, quedaba
resistir.
Por eso cuando cumplió la
sesión 35 y la radioterapeuta le dijo que era la última, que se fuera a casa a
descansar, lo que pensó fue “lo hice”. Sin cantar victoria. Enseguida vendrían
cinco meses de quimioterapia y análisis cada mes y al final estudios para que
la doctora Nettel le dijera ya, o le seguimos.
Hace dos siglos podía decir “salí
de Guatemala y entré a Guatepeor”. Quizá ahora lo correcto sea “salí de
Hiroshima y entré a Nagasaki”. ¿Hay alternativa? La misma, Resistir. El tipo
del abrigo marrón se esfumó por fin. Quizá para siempre, pidió, fervoroso, a su
poder superior.
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