Turbocrónicas
FRAGMENTO 85
de “El último
protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las
narices de mango”, novela de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)
Soy más partidaria de los remates contundentes y de
los giros de timón, que del tirante suspense, lic. Para libros con suspense ahí
están los bestsellers y las novelas policíacas y negras y de espías, etcétera,
y nada de finales abiertos. Ha oído hablar de eso, ¿verdad? ¿No?... Le cuento.
Los personajes tienen su desempeño, su destino y un final. Los finales
abiertos, impuestos por modas, existen porque equis perezoso del magín le dejó
el remate al lector, o porque temió un final decepcionante o porque no se le
ocurrió ninguno. Tampoco deben hacerse concesiones al lector.
Un final disgusta cuando resulta ilógico, y no porque
siempre deban ser finales felices o infelices. Sé que los estudios de cine
invitan a grupos de gentes, amas de casa, profesionistas, etcétera, y les
proyectan una cinta con dos, tres finales y ¡votan! por el que les gusta… y la
empresa deja el final escogido por la mayoría… Pero eso es otra cosa. Es una
industria. No es arte… Ahora que permitirle a Leo que me dictara un final, me
hubiera desquiciado. Él habría sido el último a quien yo le enseñaría un texto
inédito. Pensaba dejarle el libro publicado en la mesita de la lámpara de la
sala, ahí donde leía su periódico y su revistilla premasticada.
Leo hablaba de
escribir un ensayo, como ya le dije,
a partir de la idiosincrasia y de la dieta del político y del ciudadano
mexicanos. Ni novelas ni cuentos. Pero ¿quién iba a garantizarme que él
respetaría la propiedad autoral de un libro mío, acostumbrado a apoderarse de
ideas y de tesis ajenas? Nadie de sus conocidos lo imaginaba como autor de
novelas o de poemarios. Mas era impredecible respecto a sus actos amorales.
Desde siempre manifestó su aversión por los géneros narrativos. Importaban el
ensayo y el tratado. Mas tampoco se hubiera opuesto a hacerse pasar como autor
de equis novela, estoy segura. El objetivo era el prestigio entre sus colegas.
Pero fue menor a cuanto ambicionó.
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