TURBOCRÓNICAS
Fallida sugerencia navideña
Cierta vez, querido amigo, le sugerí a Abelardo Martín que a la infalible botella del regalo navideño le pusiera de base un pequeño “Larús”. Él era jefe de prensa de una empresa poderosa. Abelardo lo había preguntado. No andaba yo de sirimique, de ofrecido. Tenía el hábito de comprar uno de esos diccionarios cada año. Aún deseo un volumen por habitación, así como otros una tele. Entonces eran dos recámaras, sala comedor, baño y cocina. Media docena. Ahora poseo veintitantos y los de Internet, en el mismo número de cuartos.
Abelardo pudo haberme dicho “don’t drink”, algo así como no mames en español. ¿Insinuaría con ese regalo faltas de ortografía de los colegas? Caray. Si mi cuate hubiera dicho ¡adelante!, habría aceptado para mí el de la Real Academia Española o la versión resumida del Corominas. Mi vieja estaba hasta el copete de diccionarios por todas partes. El de la Moliner, el Ideológico, el de psicología, el de mexicanismos, dos o tres de sinónimos, etcétera.
En los setenta, en la sección de Deportes, observaba a un colega, Héctor Walkinshaw. Flaco, hierático, barba a la Abraham Lincoln, amigable. ¿Le escondían el diccionario? ¿Se lo negaban? Iba una docena de veces cada noche a consultarlo a información general. Quién sabe si vivía la etapa según la cual uno busca obsesivo ampliar el vocabulario, o quería aprenderse de memoria el tumbaburros. Le perdí la pista, a Héctor. No he visto ya su firma. Olvidé qué fuentes de información cubría. A lo mejor estaba a cargo del crucigrama y como no había donde situarlo trabajaba en Deportes. Con todo respeto, podría estar hospedado en la Casa de la Risa. Ahí repite de ida y vuelta el pequeño “Larús”, de la A a la Z y de la Z a la A.
Debiera, amigo, rematar con una mención a Abelardo Martín, pero él se retiró de todo. Ahora tiene un despacho. Quisiera visitarlo y husmear en su librero viendo qué diccionarios utiliza. ¿Podría yo enloquecer como el personaje de la novela “El resplandor” y terminar escribiendo sin papel en la máquina? ¿Cómo la hubiera escrito Stephen King ahora que hay compus? Buscaría a Walkinshaw en los diversos pabellones, bien zafado yo, con dos “Laruses” bajo los brazos, uno para él. Pero ¿y si ingreso con camisa de fuerza?
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