Giro en Hidalgo hacia División del Norte y entre El Rey del Taco y un banco, custodiado por un policía con metralleta, un ciclista serpentea a toda velocidad por entre dos personas que están en la banqueta y el poli. Me vuelvo a verlo porque he estado a punto de ser embestido. Se trata de un mozalbete derrochando energía y habilidad porque, gambeteando, evitó encajarme la rueda en la entrepierna. Intento sintonizar una estación en mi radio portátil pero apenas se escucha. Es increíble. Hace dos días le puse pilas nuevas. Me quedan dos... En el deportivo, reparo en que se me ha olvidado el traje de baño. Así que no puedo ir a la alberca y tumbarme a leer el periódico. Deprimido, entro al vapor donde apenas alcanzo a leer un artículo, con el diario a la altura de las rodillas porque ahí es imposible usar las gafas. De pronto, un anciano gordinflas me hace plática. Es arquitecto, dice, y ha construido muchos puertos. No cesa de hablar y presume de que él le ha aconsejado a los presidentes y a AMLO todo lo que deben hacer en materia de puentes y de política y de ignoro cuántas cosas más. Abandono deprisa el vapor y el deportivo, luego de un baño de soldado, para encerrarme a trabajar en lo mío. Intento recordar si es viernes 13. No.
Ahora aquí va otro texto de los publicados en el semanario Los Columnistas:
FUEGO AMIGO
Invento siniestro
Un joven llamado Luis Echeverría estaba partiendo leña a golpes de hacha, leí en alguna parte. A la luz del sol le brillaban la piel y los músculos del torso desnudo. “Así es como se preparan los futuros presidentes de este país”, le explicó un político mexicano a un visitante gringo o europeo. Años después vi las fotos del presidente López Portillo lanzando jabalina o saltando del techo de una camioneta hacia el cofre y enseguida hacia el suelo, se supone. También vi fotos de Luis Donaldo Colosio corriendo en Los Viveros de Coyoacán. Con dos balazos detuvieron su marcha hacia Los Pinos.
Entonces llegaron los presidentes de derecha y el panorama cambió. Vendedores de refrescos enfundados en flamantes atuendos de vaquero. Botas de quién sabe cuántos cientos de dólares. Pinta de rancheros apuntalados del alma con el prozac y acaso de otras partes, vía los comprimidos azules. Cuando menos los cachorros de la Bola tenían lectores profesionales y les pasaban resúmenes de las grandes obras literarias clásicas o modernas. Juan Rulfo escribía discursos para el presidente López Mateos, a mil dólares la cuartilla, espero. Casada con una profesora, este mandatario atildado nunca hubiera dicho Borgues, so pena de recibir una tanda de reglazos o de ser confinado al rincón provisto de sus correspondientes orejas de borrico. La Primera Dama no hubiera travestido a Rabindranath Tagore (Nobel de Literatura 1913) para convertirlo en señora de bigotes y de pelo en pecho.
Recién salidos del empacho de los Juegos Olímpicos, quienes pagamos impuestos, nos enteramos de cuánto millones de pesos costaron dos medallas de oro. A continuación veo en una foto al presidente en turno con el brazo en cabestrillo porque se cayó de la bicicleta. Han divulgado fotos en las cuales él aparece montado en bicis de a de veras, erguido y con el manubrio lejos de sus manos. Pero los rumores empezaron a correr de inmediato. Primero, se había caído de la bicicleta fija. Segundo, la Primera Dama le dijo algo así como te lo dije, pues ella le aconsejó ponerle dos rueditas a la rueda trasera. Ahora entiendo una de las declaraciones peculiares del Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez “La bicicleta fija”, dijo, “es el invento más siniestro de la humanidad”.