20 de mayo de 2014

FRAGMENTO 32

FRAGMENTO 32
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)


El fundamentalismo obnubilaba a la vecina y ella me inhibía ante mis dudas. El punto de vista inteligente era el suyo. Aun coincidiendo en ciertos asuntos, esquivaba el fuego de su oratoria abrasadora. Solo existía una misión válida en el cosmos, la suya. Podía sumarme bajo su égida, palabra de mamá. Con información manoseada, vivíamos haga de cuenta en una isla, lic, y su misión era alertarnos para sobrevivir con sus enseñanzas y liderazgo. Ni en las cárceles recibe una ese trato, ¿ajá?
––¡No me insultes la inteligencia,! ––le graznó Leo cierta vez–. ¿Por qué supones que ignoro que Zedillo negoció con los gringos para entregarle el poder a la derecha de tu país, el verdadero ¿eh?... ¡Obvio! ¿De qué ubre mama ahora? ¡De la ubre gringa!
Yo, lic, ni por acá… Pero Leo, ¿cómo iba a admitir su ignorancia? Menos en política, si bien él ya observaba de reojo tal actividad, decía. De paso echó en cara a la vecina su postiza nacionalidad. Ella aguantó callada el chiqui, chiqui, chiqui.
Tras cada escaramuza, iba al baño. Parecía buscar un respiro y embestir por otro flanco. Ahora, sospecho que le hacía gestos a Leo y le mostraba el puño y quizá su angosto y huesudo trasero, aun separados por una pared. Mientras Leo exigía también no insultarle su capacidad de hombre informado.
––Apuesto a que la Verguini usa mingitorio ––dijo Leo–– y, dos a uno, tiene prostatitis.
Al notar mi cara de no entiendo, agregó:
––Sí, carajo, ella mea parada y gotea… Siempre en pantalones.
––En casa usa bata –– dije.
––De macho ha de ser ––dijo Leo.
Al salir del baño, sonriendo forzada, la vecina dijo sin escarmentar:
––Bien, che licenciado… Pero dejáme contarte a vos cómo estuvo el acuerdo...
¡Segundos antes le habían tapado la boca de modo humillante!... ¿Cómo se llama eso, lic? ¿Necedad?... ¿Estupidez?
Le sobraban temas para cooptarnos: La contaminación. El calentamiento del planeta. La globalización. ¡Mundialización!, corregía Leo, y nadie le hacía caso. La guerra de Irak. Etcétera, ignorando el otro punto de vista. Cuando lanzó una ofensiva contra las vacas, la vio de oreja a oreja y se carcajeó.
––Emiten tal cantidad de metano que…
––¡Pedos! ––gritó él.
––…aparte del sistema del transporte, che, es cuanto más contribuye al calentamiento. Con lo producido en el campo alimentan vacas para países ricos, no seres humanos. Vacas. Con eso comerían muchos pibes pobres.

––Vacas pedorras para tus kilométricos asados ––dijo él.

13 de mayo de 2014

FRAGMENTO 31

TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 31
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)

Pasé años capoteando a Papito Leo. Aunque intuía la puntilla, el final, nada me apuraba. Es imposible hacer evaluaciones concluyentes por falta de perspectiva, lic. ¿Gané la guerra por default?..., je, je, je. Muchas activistas han vivido sin macho y sin parir hijos ni lavar calzoncillos ni tender camas. Hablan de oídas, lic. Cuando le pienso, me pregunto ¿cómo desatiendo a mis hijas? ¿Las hago a un lado para redimir mujeres en circunstancias similares a las mías, ¿o en peores? Por eso callo ante la vecina. No argumento nada de nada, lic. Si no ayudo tampoco estorbo, ¿ajá?
Mi papel era el de criada ¿Ama de casa? Ni de mi cuarto. Leo ordenaba cambio de cenicero o de hielos para que supieran quién llevaba ahí la batuta... En efecto, supongo, alguien debe crear conciencia, sí, pero ¿lo hacen las mujeres informadas e inteligentes? Como en cualquier organización, un grupo lidera a la masa. Pero si ese grupo lo constituyen mediocres no quisiera formar parte de la masa. Le concedo la razón a Leo en ese aspecto. Además está su punto de vista tan grosero como asqueroso respecto a ciertas características de la menopausia…
Voy a darles a mis hijas el último empujón, lic. Les diré consíganse a un compañero tolerante y menos complejo y atormentado que el padre de ustedes. Me pregunto si conseguir es el verbo correcto. Voy a pensarle. ¿Necesito alertarlas de algo así, ¿habiendo tenido en casa de cuerpo entero y en todo su esplendor  el vivo ejemplo de un padre como Leo?... Las ayudaré a mi manera, con mis propias armas, porque ni soy buena para liderar ni está en mi naturaleza ir en grupo, insisto.

No cuestiono a las organizaciones y menos si me son  desconocidas. Mi aversión por ellas, lic, tampoco denota indiferencia política. Muchas veces voto a favor de candidatos detestados por el infalible Leo.

6 de mayo de 2014

FRAGMENTO 30

TURBOCRÓNICAS
FRAGMENTO 30
de “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”, novela  de
MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)
––El Trepa tiene razón ––dijo Papito Leo––. Hay endejos con aplomo, Elúdelos. Peligras. La madre prodiga cariño a sus críos y hace que reconozcan sus limitaciones.
Yo, pico de cera, lic. ––No conozco a esa esposa camionetuda del Trepa, dijo Papito Leo ––El aplomo, proviene de sus padres, clase media alta ––dijo Leo––. Forrada y querida, mamó decisión y falta de complejos. Pero, ni amor ni chunches de lujo la desaendejaron. No parecía y lo era… ¿Es o no perspicaz el Trepa?
 Murmuré algo para no comprometerme. ¿Ignoraba lo mal que me caía ese gran ca? Sí.
––La esposa le reclamó sus amoríos con una obrera ––dijo Leo. “Ese es su pex”, dijo el trepa. “Pero soy tu esposa”, dijo la esposa. “Ese es tu pex”, dijo el Trepa. “¡Y tú mi esposo!”. “Ese es mi pex”, dijo el Trepa, Ingenioso.
––Solo una cosa ––dijo Leo––. La parte despreciable de su yoísmo radica en que impide ejercer el mío, joder.
––El Trepa, un patanazo, lic., hablaba pestes de la mujer. “Ella bebe agua bendita y zurra ostias”, ––contaba, para hablar de su catolicismo o de sus formidables tripas.

Al escuchar de las limitaciones de la ex esposa del Trepamadres pensé en las mías. La limitación extrema que padecía yo era la de no hallarle la lidia al güey de Leo. Doña Juanita redujo al miura a su justa dimensión. El miura es el toro más bravo, dicen, ¿ajá? El que se enoja pierde, manita, me recordaba la doña, y tu viejo se enoja un montononón…
Siguiendo con las limitaciones, me pregunté si yo iba a poder con la narrativa. ¿Estaba mejor dotada para escribir poemas? Escribiré sobre mi experiencia… Si iba a cavilar en mis temas cavilaría en ese renglón, en el de mis experiencias, no en las imperfecciones que me atribuyera Leo. ¡Al diablo con sus teorías y agresiones!